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El Triángulo de Verano atravesado por la Vía Láctea (www.astroilusion.es)
 
No hay nada más bonito que observar el cielo estrellado en un lugar oscuro. Si lo compartimos con quienes queremos es, además, maravilloso. A veces no es posible estar acompañado de quien deseas pero no te faltará acordarte de esa o esas personas con quien te gustaría disfrutar de lo que estás viendo. La Astronomía tiene esa virtud. No sólo es una Ciencia romántica (quizá la que más) sino que además es cautivadora y aglutina a las personas que, de cualquiera de las formas, nos dedicamos a ella. La Astronomía genera pasión.
 
Imagínate un lugar oscuro en cualquier noche de verano. El Sol se puso y las luces crepusculares han desaparecido. Ya has cenado, es medianoche y sales fuera de la casa, hay buena temperatura y no pierdes la ocasión de disfrutarla que luego llega el invierno. Miras arriba. Lo que ves es todo un espectáculo. Ves una banda nubosa que cruza el cielo de lado a lado. La distingues con precisión, lo sabes, es la Vía Láctea, “el camino de Santiago”. Ves estrellas débiles y brillantes, algunas bastante brillantes. La Luna ya se puso (o aún no ha salido, no lo sabes) y el cielo está oscuro y sin una sola nube. Ves como las estrellas forman entre ellas distintas configuraciones y tratas de reconocer alguna constelación pero no recuerdas sus formas o no las conoces. De pronto caes en la cuenta que hay tres muy brillantes en el cielo que forman un triángulo. ¿Qué serán? ¿Forman parte de una constelación? Tienen varias estrellas alrededor que también son brillantes, una de ellas parece cortejada por dos estrellas, la otra parece formar parte de una gran cruz y, ¡qué curioso! de la más brillante de las tres parece colgarle un rectángulo. ¡Es fascinante! Te vas a la cama con la visión de ese triángulo que parece pintado en el cielo para que tu lo admires. 
 
A la mañana siguiente recuerdas tu observación de la noche anterior y decides que, cuando estés tranquilo, buscarás información sobre ese triángulo en el cielo. Y te sorprendes cuando encuentras que son las tres estrellas más importantes de tres constelaciones diferentes y que a ese asterismo se le conoce como “El Triángulo de Verano”. 
 
 
La primera persona que hizo mención de ese nombre fue un astrónomo poco conocido llamado Owald Thomas en el primer cuarto del pasado siglo XX. El Triángulo de Verano  empieza a distinguirse en las cálidas noches de julio y se alza alto sobre el horizonte en la medianoche de los cielos de agosto para los habitantes del hemisferio norte. Es visible hasta bien entrado noviembre y vuelve a aparecer en los momentos previos a los amaneceres primaverales en el mismo hemisferio. Está formado por tres estrellas que por orden de brillo son Vega (la más brillante), Altair y Deneb, estas tres estrellas son, respectivamente, las principales de las constelaciones de la Lira, el Águila y el Cisne. Vega y Deneb formarían la imaginaria base del triángulo y Altair el vértice opuesto. Todo ello con el fondo majestuoso que siempre ofrece la Vía Láctea. Un fondo maravilloso.
 
El brillo de las estrellas se mide en magnitudes. Cuanto mayor es el brillo menor es la magnitud. Así, Vega, la más brillante del triángulo es de magnitud 0, Altair brilla con magnitud  0.8 y Deneb, la más débil de las tres, lo hace con magnitud 1.2. Las estrellas más débiles que puedes ver a simple vista desde un cielo oscuro alejado de las ciudades son de magnitud 6. También existen magnitudes negativas, Venus por ejemplo tiene magnitud -4.4, la Luna, -12 y el Sol -27. 
 
 
Comencemos fijándonos en Vega. Es la estrella más brillante de la constelación que conocemos con el nombre de Lira. Si te fijas, Vega parece estar acompañada de un rectángulo inclinado. Los antiguos griegos se basaban en su mitología para inventar constelaciones y ponerle nombre a sus estrellas (algo que también harían los árabes siglos después). Pensaron que Vega y ese rectángulo (junto con algunas estrellas más de sus alrededores) parecía la Lira que llevaba Orfeo, uno de los Argonautas que acompañó a Jason en busca del Vellocino de Oro, y cuyo sonido dejaba extasiado a toda criatura que lo escuchase. La mitología de las constelaciones está llena de historias encantadoras pero, obviamente, no tienen nada que ver con la realidad. La realidad que muestra la Ciencia nos dice que Vega se sitúa a 25 años luz de nosotros, que es una estrella casi 40 veces más luminosa que nuestro Sol. Curiosamente fue la primera estrella fotografiada (después de nuestro Sol) hecho que consiguieron el 17 de julio de 1850 William Bond y Jhon Adams Whiple desde Harvard. También fue la primera estrella (insisto, después de nuestro Sol) de la que obtuvimos su espectro. Y si has visto la película de ciencia ficción, “Contact” (estrenada hace más de 20 años siguiendo el guión de Carl Sagan), Vega es la “estrella” principal del argumento.
 
 
 
Si viajamos ahora a la otra estrella que forma la base del triángulo nos encontraremos con Deneb. Esta estrella es la más brillante de la constelación del Cisne, una constelación que también se le conoce como Cruz del Norte por su marcada forma. No es fácil ver la forma pero los árabes le dieron el nombre de Deneb que significa “la cola del ave“. Deneb es una estrella blanca realmente inmensa, es una supergigante. Está situada a más de 1400 años luz de nosotros, es decir, la luz que ves ahora partió de allí en la época de los visigodos. A pesar de la distancia la observamos como una estrella de primera magnitud siendo casi 55.000 veces más luminosa que nuestro Sol y más de 100 veces más grande. Si estuviese a la distancia del Sol llegaría hasta la órbita de la Tierra y evidentemente no existiríamos. Dentro de unos 10.000 años Deneb estará muy cerquita del polo norte, a una distancia equivalente a 14 Lunas llenas del polo cardinal.
 
Y finalizamos nuestro viaje por el triángulo de verano con la estrella Altair, la más brillante de la constelación del Águila y la más cercana a nuestro Sol de las tres, se sitúa “tan solo” a 16 años luz de distancia. Es unas 11 veces más luminosa que nuestro Sol y se caracteriza por rotar muy rápidamente, en seis horas y media realiza un giro completo, en el tiempo que la Tierra da una vuelta asimisma, Altair casi da cuatro. Parece asombroso que todos estas inmensas esferas de gas caliente y con violentos movimientos resulten realmente preciosas en nuestro cielo estrellado. ¡Pero es así!
 
Ya aprendiste que era ese bonito triángulo que observaste la pasada medianoche. Desde ese lugar oscuro has reconocido las constelaciones a las que pertenecen las estrellas que lo componen. Es reconfortante aprender y más aún del firmamento. Aunque cuando regreses de esa bonito lugar donde el cielo es oscuro, las estrellas parecerán haberse perdido por la contaminación lumínica de tu ciudad, te asomarás a la ventana de casa y mirarás hacia lo más alto del cielo esta otra medianoche de verano. Y ahí estará el triángulo que descubriste, tu triángulo. Apenas verás la mayoría de las estrellas de cada constelación pero sí tu triángulo. El que te abrió las puertas a profundizar en los secretos del Cosmos y te enamoró de la Astronomía para siempre en una medianoche cualquiera del verano.
 

 

 

 


 

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