Uno de esos fantásticos objetos que impregnan de belleza nuestro firmamento en general y los cielos de otoño en particular, es la Galaxia de Andrómeda. La luz que recibimos de ella partió hace dos millones y medio de años, cuando sobre nuestro planeta no había seres humanos y el salvaje Smilodon hacía estragos con sus dientes de sable. Una preciosa galaxia, paisana en nuestra ciudad del Universo, visible con prismáticos desde la ciudad y que nos devuelve una maravillosa imagen cuando se observa con un pequeño telescopio desde el campo. No debemos dejar pasar la oportunidad de observar nuestra galaxia vecina, incluso desde la ciudad, ¡quien sabe si una noche cualquiera nos depara la sorpresa de encontrar una supernova en ella!
LA NEBULOSA DE ANDRÓMEDA
El cielo de otoño, en su trámite de dar paso a los espectaculares cielos invernales guarda entre sus noches joyas preciosas. Quizá una de las preferidas sea la Gran Nebulosa de Andrómeda como personalmente me gusta llamarla. Recibe otros nombre más comunes entre los aficionados como M31 o NGC 224 (este último menos común).
Se trata de una galaxia espiral formada por un billón de estrellas que está considerada como la “hermana” de nuestra Galaxia la cual, junto con la galaxia del Triángulo, constituyen las tres galaxias mayores del Grupo Local de Galaxias. Se sitúa a 2.5 millones de años luz, es decir la luz que recibimos partió de ella hace 2.5 millones de años, cuando ni siquiera había humanos sobre la superficie de nuestro planeta Tierra que, entonces, se encontraba en las etapas iniciales del Pleistoceno cuando se estaban produciendo los primeros grandes cambios en el clima de nuestro planeta.
Aunque parecen existir referencias anteriores, puede que fuera el astrónomo persa Al Sufí el primero en hacer referencia de ella en el siglo X en su “Libro de las estrellas fijas” describiéndola como una pequeña nube en la constelación de Andrómeda. Esta observación no debe extrañarnos nada pues la nebulosa de Andrómeda es un objeto perfectamente visible a simple vista desde cielos poco contaminados y observable con prismáticos desde las ciudades. Además de esto, destaca por ser el objeto más lejano que puede observar el ser humano a simple vista.
LAS PRIMERAS OBSERVACIONES
Durante la era telescópica el primero en observarla fue Simon Marius en 1612 y en 1764 Charles Messier la catalogó con el número 31 en el catálogo que lleva su nombre tras su observación el 3 de agosto de ese año (aunque ya la había observado en 1757). Años más tarde, en 1864, el astrónomo británico William Huggins realizó un estudio espectral de la nebulosa concluyendo que estaba compuesto por infinidad de estrellas y preparando el camino para la distinción entre nebulosas y galaxias, debate que culminaría en 1925 al encontrar Edwin Hubble estrellas variables en la galaxia. La historia de las observaciones de la Nebulosa de Andrómeda es quizá una de las más apasionantes de la historia de la Astronomía por lo cruciales que han resultado para el desarrollo de la Astrofísica.
LOCALIZACIÓN
Aunque puede localizarse desde cielos poco contaminados sin ayuda óptica, intentaremos llegar a ella primero haciendo un reconocimiento general de la zona y luego usaremos unos binoculares de cualquier tamaño para verla con más detalle.
Localicemos primero el gran cuadrado de la constelación de Pegaso, claramente visible las noches otoñales, situándonos en la estrella que ocupa el vértice noroeste del cuadrado. Esta estrella, denominada Alpheratz (“el ombligo del caballo”) es la estrella Alfa de la constelación de Andrómeda que brilla con magnitud 2.1 y forma parte del cuadrado de Pegaso. Si continuamos ahora hacia el este veremos como nos encontramos a tres estrellas más formando una hilera, la Delta de Andrómeda (de magnitud 3.3 y más débil de la hilera), Beta (Mirach) y Gamma Andromedae (Almach) ambas de segunda magnitud. Bien, ya hemos reconocido la hilera. Ahora es el momento de coger los prismáticos y de situarnos en su punto central, en la estrella Beta Andromedae. Centrados en ella subiremos unos ocho grados al noroeste encontrándonos primero una estrella y luego otra (ambas de la cuarta magnitud) y finalmente ¡ahí está! Una nubecilla compuesta por millones de soles a lo largo de sus 110.000 años luz de diámetro.
La Galaxia de Andrómeda brilla con una magnitud de 4,4 y tiene un tamaño aparente de 3 x 1 grado. Es decir, es seis veces mayor que la Luna Llena en un eje, y dos veces en el otro. Lamentablemente ese tamaño solo se aprecia en las fotografías de alta resolución y, desde nuestros lugares de observación, se observa con un tamaño menor aunque nada desdeñable.
Ahora podremos dedicarle el tiempo que queramos. Si observamos con unos prismáticos apoyados en un trípode podremos distinguir una mancha elíptica con un centro brillante que se hace cada vez más difuso hasta llegar a los límites de la elipse. Obviamente no distinguimos estrellas en su interior. Pero ¿sólo observamos eso?
GALAXIAS SATÉLITES
Si afinamos bien la vista desde un cielo oscuro o empleamos un pequeño telescopio podremos ver que la Galaxia de Andrómeda está acompañada por dos galaxias satélites bien visibles a ambos lados de la galaxia.
El primer objeto se sitúa al suroeste de la galaxia y la conocemos como M32. Se trata de una galaxia elíptica enana descubierta en octubre de 1749 por el astrónomo francés y observada por Messier ocho años después. Éste último le asignó el número 32 de su catálogo en 1764. Su diámetro es de 8000 años luz y está situada a una distancia aproximada a la de la galaxia de Andrómeda. Nuestra observación nos deparará a un objeto de octava magnitud que tiene apariencia estelar pero que, tras una observación detenida, rápidamente le vemos su aspecto nebuloso. El tamaño aparente es de 8 x 6 minutos de arco.
La segunda galaxia es M110. Es otra galaxia elìptica enana aunque con una excentricidad mayor que la anterior situada al noroeste de la galaxia de Andrómeda. Aunque es ligeramente más débil que la anterior, magnitud 8.5, su tamaño es mayor alcanzándose los 17 x 10 minutos de arco. A pesar de ello no es nada difícil de detectar. Fue descubierta por Charles Messier en agosto de 1773 pero no se añadió a su catálogo particular pues se consideró que formaba parte de la galaxia de Andrómeda. Solo fue hasta 1966 cuando se incluyó como parte del catálogo Messier de objetos de cielo profundo por iniciativa de Kenneth G. Jones. Como curiosidad, los objetos muy débiles que le rodean, inferiores a la magnitud 15 la mayoría de ellos no son estrellas sino cúmulos globulares que rodean a la galaxia de Andrómeda. Está situada algo más lejos que la principal y que M32, en concreto a unos 2.9 millones de años luz de nosotros.
OBSERVACIÓN DESDE LA CIUDAD
La Galaxia de Andrómeda es uno de esos pocos objetos de cielo profundo que pueden observarse desde las ciudades con un instrumental modesto. Si los núcleos urbanos están poco contaminados lumínicamente se puede observar a simple vista, algo que con toda seguridad, se puede hacer desde algún lugar oscuro, pero desgraciadamente esto no es lo común. Si se usan unos prismáticos de 50 mm de diámetro se puede distinguir desde la ciudad como una mancha clara pero con nulas posibilidades de observar sus satélites. Es preferible, siempre que observemos con unos prismáticos, usar trípode si se tiene la oportunidad.
Con prismáticos mayores o pequeños telescopios de diámetros a partir de 80 milímetros de abertura sí he conseguido observar las galaxias satélites desde una ciudad tan contaminada como Sevilla. La observación con un pequeño refractor de 80 mm y un ocular de 25 mm ofrece una visión de la galaxia realmente contrastada y si se usa un pequeño reflector de 130 mm aún más.
¿Y SI DESCUBRIMOS UNA SUPERNOVA?
Puede parecer una locura pero si así lo hiciéramos, no sería la primera. La primera y única supernova encontrada en la galaxia de Andrómeda observable con medios modestos fue observada el 17 de agosto de 1885 y es conocida como S Andromedae. Su descubridor fue el astrónomo alemán (y especialista en estrellas variables) Ernst Hartwig desde Estonia y alcanzó una magnitud de 5.8 ¡perfectamente observable con unos prismáticos! Poco a poco fue desvaneciéndose pero la importancia del descubrimiento fue muy grande al ser la primera supernova descubierta fuera de nuestra Galaxia la Vía Láctea. Como las supernovas aparecen de pronto, nunca está de más echarle un vistazo a nuestra vecina la Galaxia de Andromeda. ¿Y si eres tú el próximo descubridor?
FRANCISCO RODRÍGUEZ B. – (C) 2022 – WWW.ASTROILUSION.ES