Sígueme en las Redes Sociales

En la antesala navideña de 1984, cuando los cielos de Sevilla aún permitían aprender las constelaciones, yo subí a aquella azotea de tejas antiguas y olor a musgo húmedo de mi humilde barrio de San Julián. Lo hice con un recién estrenado telescopio prácticamente de juguete de 60 mm de abertura y 355 mm de distancia focal que había adquirido por el equivalente a menos de 20 euros de hoy. El telescopio venía montado sobre un trípode de sobremesa, tosco e incómodo, pero por aquel entonces me pareció lo más sublime que existía. Lo situé en lo alto de una escalera metálica llena de restos de pintura, me subí a ella e intenté enfocar a Las Pléyades que, a la sazón, creí confundirlas con otra conocida constelación. El entusiasmo y el impacto que sentí en mi adolescencia fue tremendo. Sublime. Luego ingresé en la Agrupación Astronómica Albireo que presidía José Luis Comellas y años después la dirigí entrado los noventa. Colaboré con la Red Mira y el Grupo de Estudios Astronómicos en la observación de innumerables estrellas variables como antesala a pertenecer a la Asociación Americana de Observadores de Estrellas Variables (AAVSO) y su homóloga francesa AFOEV. Con el tiempo emplée técnicas fotográficas que sustituían la observación visual aunque esta última no la he abandonado. Sigo enviando observaciones a la AAVSO y en la actualidad me dedico a observar y estudiar estrellas variables eclipsantes en colaboración con el observatorio polaco de Mt. Suhora y  a la divulgación astronómica. Desde aquella adolescencia la Astronomía es para mí algo más que una pasión: es la felicidad y el placer que siento al mirar el cielo cuando las estrellas encienden la noche y aún te sigues sorprendiendo al observarlo, siempre descubriendo algo nuevo, algo fascinante y siempre con la misma ilusión.